Fecha: febrero-marzo, 2016
Lugar: Centro de Estudios del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), Madrid
Organiza: Banco Santander, CRUMA, MNCARS
Programa: Becas de Investigación en Residencia
Investigadora: María García Ruiz
Actividad en la página del MNCARS aquí.
Doblar / desdoblar. Arquitectura, flamenco y operaciones coloniales forma parte de Máquinas de vivir. Flamenco y arquitectura en la ocupación y desocupación de espacios, un proyecto de Pedro G. Romero con María García Ruiz y Antonio Marín Márquez, producido por BNV Producciones para la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos-PIE.FMC en el marco de UNIA arteypensamiento.
Esta propuesta de investigación consiste en ampliar y profundizar las investigaciones comenzadas en el marco del proyecto «Máquinas de vivir» cuya dinámica es generar conocimiento en torno a una pregunta aparentemente simple: ¿qué relación hay entre la arquitectura y el flamenco? Se propone repensar la pregunta desde una perspectiva decolonial, dar forma a una herramienta de análisis compleja que se pueda enmarcar en una cierta epistemología del sur, basándose en la mirada del hecho espacial del flamenco y de esta manera abordar la complejidad resultante de diversas operaciones coloniales.
Doblar y desdoblar son gestos cotidianos: doblar es plegar algo sobre sí mismo, pero también aumentar algo, hacerlo doble. Desdoblar es extender lo que estaba doblado y también separar algo en sus elementos fundamentales. Dobles espacios y dobles tiempos que aparecen anacrónicamente en los pliegues y despliegues espaciales del flamenco.
Hace ya tiempo que los flamencólogos vienen remarcando la importancia del territorio americano en la concepción del género artístico flamenco. Y no sólo en referencia a los llamados cantes de ida y vuelta (lease milongas, colombianas, guajiras, etc), más bien se trata de que la configuración colonial de España de finales del S. XVIII y principios del XIX, el movimiento de gentes, la esclavitud, la situación de las ciudades portuarias y sus arrabales, fueron fundamentales en la gestación de un ambiente subproletario del que surgió el flamenco.
Pero la relación con la territorialidad colonial del flamenco se remonta más allá del S.XVIII. Recordemos que el año que Colón llega a América, se produce la toma de Granada por los Reyes Católicos. A partir de ese momento se experimenta una colonización del territorio, especialmente en el sur de la península, que más tarde se implantará en las colonias. Con razón se dice que Andalucía fue la primera provincia de América. Los modos de producción y de explotación del territorio basados en el latifundio, generan una formas de vida, comunes en Andalucía y en América, herederas de las estructuras de poder feudales, en las que unos pocos ricos controlan grandes espacios territoriales y una gran masa de pobres apenas sobrevive de la subexplotación de los mismos. Como bien ha señalado Gerhard Steingress, esas formas de vida, que incitan la picaresca, son el sustrato de las expresiones culturales románticas que en el S.XIX catalizan en el género flamenco. El flamenco aparece así como el resto de una operación colonial sobre el territorio.
Hablar de colonización es hacer referencia al origen, pero no a una situación histórica pasada. La colonización es una mecánica, una forma de operar en el territorio y en los cuerpos, que si bien se funda a finales del S.XV, sigue vigente hasta nuestros días, y que funciona tanto en las antiguas colonias como dentro de Europa. Se trata del recorrido marcado en «Guy Debord, son art, son temp»: del conflicto con la colonia de Argelia, a los conflictos en las banlieues parisinas, en el caso de Francia. Hay algo que late, se desplaza, se genera, se resiste, entre esos dos territorios: la colonia y la periferia.
En el caso español, el flamenco interviene, aparece y desaparece en las grandes transformaciones urbanas (crecimiento de las ciudades, migraciones campo-ciudad, construcción de polígonos de vivienda, desaparición de arrabales, etc.). Cuando se replantea la reconstrucción espacial de la alteridad en las ciudades, los espacios de los otros (gitanos, quinquis, mercheros, moinantes, charnegos, etc.) aparece el flamenco como seña de identidad difusa, como recuerdo de identidades perdidas en otros espacios, como elemento que reconfigura las nuevas comunidades, los nuevos habitares. El flamenco desterritorializa y reterritorializa, aparece como elemento subalterno que opera sobre la arquitectura, sobre el proyecto hegemónico de estabilizar la relación espacio-función.