¿Qué es lo que persiste? ¿Y qué lo que no queda? La entrada “Lírica” de The Princeton
Encyclopedia of Poetry and Poetics (2012), avisa de la muy confusa codificación de un término con tantos siglos de uso, manipulado y desvío. Un término que transitó de la designación de una cualidad, como adjetivo, a la designación de un género, como nombre, para desde mediados del siglo XX terminar por trabajar de metonimia casi completa de toda forma en verso, sedimentando (la idea más común de) poesía como pieza verbal breve que expresa sentimientos y pensamientos interiores modelados armónicamante por un yo que sobreentiende que al otro lado de las letras alguien está leyendo. En la vibrante historia trazada por Virginia Jackson también se lee cómo en el inicio (Safo, Anacreonte, Píndaro…) hubo una lira, un instrumento musical, para acompañar el recitado de un cierto tipo de poemas que por entonces no se llamaban líricos sino mélicos. Dichos poemas pasaron a denominarse líricos en el momento en que los académicos helenísticos los clasificaron así, es decir, en el trabajo de lectura y estudio de unos restos escritos a los que ya faltaba la música y el contexto de performance o comunidad de escucha. La música faltaba y faltaba la presencia física. Todo el complejo y multiforme sistema de formas verbales en verso, especialmente diverso durante la Edad Media, navega de diferentes maneras sobre la música y la música no, el acompañamiento y la recitabilidad, hasta que llega la Modernidad escrita con su rodillo genérico a arrodillar la multiplicidad performativa y el multipistas oral adentro del pliegue del escritorio y la lectura silenciosa del individuo absorto en un interior potencialmente infinito.
Toda nuestra lectura de la Lírica en retrospectiva y prospectiva, adolece y se alimenta, pues, de tales estrecheces de espacio (físico, social y aural) y amplitudes de tiempo (histórico y arqueológico). Una lectura anacrónica del proceso recién descrito podría tal vez hacernos convenir por este par de páginas que a cierto grado de abstracción tecnopoética, la Lírica muy bien podría designar, por un lado, las letras (lyrics), el guión o texto escrito, para ser cantados o declamado en un momento virtualmente posterior al de inscripción; y por otro, cualquier consistencia de evocación del habla, espejismo de calcado, transcripción o traslado del habla en escritura, que insiste, pues, sobre los índices deícticos de uno que dice y otro que oye, en el aquí y el ahora de un texto (*); siendo el artificio poético (expandido) del XX (que comienza a finales del XIX) el que se ocuparía de enfocar las cualidades formales de la lengua en uso, hacia adelante, para la invención, y hacia atrás, para la desrepresión de la lengua atrapada por un modo cerrado de lectura. Teniendo en cuenta que los procedimientos de ruidificación, o producción de ritmos analíricos, que propusieron las posturas más radicalmente materialistas de las vanguardias y neovanguardias del XX, fueron tan intensos como para hacer de contraste, espectro de tensiones y zona de interferencia con/contra/entre cualquier tipo de poema tipificado como lírico o canción melódica, no se entiende por qué no se puede al menos preguntar por qué no entran siquiera a saludar en la historia de la Lírica los versos de las músicas populares anteriores a la primera guerra mundial, ni los de la música pop(ular) de la era del consumo, como sí computan las letras de las canciones ocasionales de épocas arcaicas.
Tal vez este juego de moldes entre música (que no está), letra (que sí está), y habla (que estará), (no necesariamente por este orden, ni en este estado de presencias, pero sí necesariamente de a tres y por pares) tanto como el juego de moldes subculturales entre música (popular), poesía (literaria), y lengua en uso (ordinario) compongan una estructura de desmoldes literales, orales, y melódicos, que de por sí produzca esa nostalgia que también, y tan bien, podría ocupar el adjetivo “lírico”. Lírica: un balanceo de efectos de presencia y efectos de ausencia de unas liras, unas letras, y unas voces. Lírica: dos personas que se hablan a través de traducciones, transcripciones y restos desde hace tres mil años. Líricos: unos versos en los que algo así como una voz como en la noche mozárabe anuncia la emoción de la visita de su amor de madrugada: “Non dormireyo, mamma, / a rayyo de manyana / bon Abu-l-Qasim, la faÿe de matrana” [jarcha 38, en Abu-l-‘Abbas al-A‘mà al-Tutili (m.1126); transcripción García Gómez 1952; interpretación de García Gómez 1965: “no dormiré yo, madre: /Al rayar la mañana, / [creo ver al] hermoso Abu-l-Qasim, / con su faz de aurora.]
Líricos: un versos en los que una voz femenina tras instar a unos imaginados bailantes para mover el cuerpo y mantener el calor, nos insiste y asegura que, la oigamos o hayamos dejado de oír, porque estuvo o no estuvo pero podría estar llegado el caso: “Acá está la música” [Gastón Pérsico, traducc. de Jinny: frag. de Keep warm, Italy: Italian Style Production, 1991, v. 3, “here comes the music”, 2014/2017].
(…)
El procedimiento que revela que el molde de la música es la letra y de la letra la música también devela, como en eco, el molde melancólico de la euforia y el eufórico de la melancolía, el pasado del futuro y el futuro del pasado: cáscaras de hosquedad y tedio dejadas en el centro de la pista que unos minutos antes del encedido de la luz hacía de paraíso eterno y fraternal. Moldes o cáscaras, trajes de noche para trajes de día, cuerpos para bailes y bailes para cuerpos, rituales de desalienación para poder continuar y/o aborrecer aún más el trabajo alienado. Lo que no queda es el puro presente del baile tribal, su cantadita o susurro por encima, como para enamorarse entre dos que se hablan por debajo de las luces de tres colores, el arreglo de los sentidos en el éxtasis, la conexión.
—
Fragmentos de: Lírica / 2 // Acá está la música. Sobre La música es mi casa de Gastón Pérsico, texto de María Salgado publicado en Featuring. Catálogo de la exposición La música es mi casa de Gastón Pérsico en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, comisariada por Mariano Mayer, 10/03-2/7/2017. Buenos Aires: MALBA, 2017.
Texto completo aquí.