El 26 de junio de 1929 Federico García Lorca llega a Nueva York, pasando allí algo menos de nueves meses, sale en tren, con destino a Cuba, el 4 de marzo de 1930. Las conexiones entre artistas estadounidenses y españoles, con sesgo flamenco en tiempos de la vanguardia histórica, son pocas veces mencionadas en la historiografía artística, aunque si lo pensamos bien, históricamente el flamenco ha ocupado un lugar marginal dentro de dicha historiografía, siendo su mención una reflexión sobre esos aspectos o condiciones en cierta forma relegados de la sociedad andaluza, y más concretamente, relacionados cuasi exclusivamente con los procesos de producción de la cultura popular. Entre las actuales revisiones, que en el campo de los estudios culturales, se están haciendo sobre «lo flamenco», se cuela este breve apunte que podríamos denominar: flamenco trasatlántico. Sin duda, París abrió al flamenco las puertas de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, y este hecho de afortunado azar, este gusto que va desde la España negra a la franquista, abrió la ventana flamenca de los tiempos, y las vanguardias adoptaron y generaron leguajes en clave de flamenco. Así que flamencos y artistas de vanguardia produjeron un diálogo o narrativa poética conjunta, a través de la co-relación de diálogo entre continentes -entendido como viaje, flujo o movilidad-. Sí tenemos en cuenta la capacidad del flamenco para asimilar y producir lenguajes de vanguardia, entenderemos la existencia de una topografía propia, aunque eso sí diseminada, en el núcleo de las vanguardias americanas. Algo así, como una lente de microhistorias que estudia flujos artísticos en la movilidad transatlántica a finales del siglo XIX y principios del XX.
En los años 50 la cultura socioeconómica franquista vio en el flamenco -tan atrayente para las altas esferas andaluzas, europeas y las grandes fortunas extranjeras (más concretamente las EEUU)- un claro filón económico; sin duda, la forma perfecta para vendernos al exterior. Un régimen dictatorial que pensó que las gentes del flamenco eran fáciles de controlar, sacando así partido propagandístico “al duende”. Y España fue a París, y de París viajo a Nueva York. Flamencos que generaron un fortísimo espíritu anti-anarquista-dictatorial o territorial, mostrando duende y vanguardia en tierras americanas. Porque el duende no sólo reside en la tierra, sino también en las gentes, en nuestros artistas plásticos y en nuestra cultura popular. Un duende que no iba solo, iba con toda una iconografía popular, eso sí, del sur español. Una España que cogió la maleta y el barco, que surco las aguas del atlántico para liberarse y mostrarse al otro. Y este mostrarse lo hizo por medio de las artes como el baile, el cante, el toque o la poesía. Por medio de figuras como Pastora Imperio, La Argentina, Carmen Amaya o Vicente Escudero. Elenco de artistas que crearon conexiones en el tiempo, que generaron por medio de “su arte” fricciones temporales más halla del binomio reacción-progreso. Ya no era un arte oriundo, un arte de una tierra, sino prácticas de viaje y retorno, miradas que iban y volvían de uno a otro continente. Flujo transatlántico, movilidad o conceptos viajeros en maletas de artistas, literarios y compañías. Un proceso imparable que empezó con la España dieciochesca, germinó con las estampas de Sorolla y floreció con el cubismo de Picasso. Pero nunca paro, nunca se encasillo o estanco. Sino que ese flujo de viajeros artistas construyó la base de nuestro siglo. ¿Y qué pasó en este nuevo encuentro, en esta nueva época? Más adelante las formas alternativas de los años 60 y 70 del pasado siglo, la ampliación de fronteras, el rock, los estupefacientes, etc. volvieron a poner en tela de juicio los signos, símbolos y, en definidas cuentas, la identidad de un pueblo que siempre está en movimiento, que siempre genera y generará el germen de la re-invención.
Quisiera acabar esta breve anotación, de forma un poco más geográfica, poniendo a Nueva York y Madrid como centros de migración y flujo artístico, de una primera oleada de vanguardia con artistas como: William Merrit Chase, John Singer Sargent, James Carroll Beckwith, Joseph De Camp o Paul Haviland, entre otros en el caso estadounidense y Joaquín Sorolla, Ramón Casas o José Guillermo Solana, entre otros en el caso español. Y una segunda oleada entre: Ernest Hemingway, Herbert Matthews, Edward Steichen, Man Ray, Edward Weston, Calder, Robert Capa, o Julio de Diego, en el caso americano y Picasso, Miro, Federico García Lorca, Juan Gris, Vicente Escudera, La Argentina, Buñuel, etc. en el caso de España. Figuras de vanguardias que actuaron como germen y desarrollo de las artes literarias, plásticas, experimentales, el cine y la fotografía. Nueva York y Madrid.., dos capitales, dos vanguardias y un espíritu compartido.
Blog de Alicia Navarro